viernes, 7 de noviembre de 2008

La obra de Alfonsin


No soy de escribir, no me gusta, no soy de esas agraciadas que saben escribir,  pero con ciertos números y hechos dando vueltas en la cabeza una empieza a hacer balances, se que a todos nos pasa,  hace un año que falleció mi padre , estoy en los cuarenta y seis,  mi inmobiliaria cumplió ochenta años!!!,  cumplimos 25 años de democracia… y el acto de ayer  en el Luna (¡que rápido pasaron los años!) La cita era importante y estábamos  allí  con la nostalgia, del ´83. Dandonos cuenta que hace rato no somos JR, pero todos juntos para festejar y homenajear. El encuentro con los amigos de siempre y con algunos que  hacía largo rato que no veía.

Muchas veces las palabras nos ahogan, nos atragantan y por eso debemos decirlas, para sentir el alivio de no quedarnos con nada.

Yo no sé en el balance de mi vida si las cuentas quedarán en el debe o en el haber, pero sin lugar a dudas la política tendrá un apartado especial, Corría el año 1982 y todavía recuerdo cuando mi viejo tiro unas fichas de afiliación arriba de la mesa y me dijo afíliate…  no era que me lo estaba imponiendo si no que ¡había conseguido fichas! A partir de allí mi vida cambio.  Nunca me importo si me daban un cargo o no, creo que para que esto funcione tenemos que ser  una  parte indivisa  del partido, y que algunos pocos por los motivos que sean son la parte  más visible.

Alfonsín es uno de ellos, es la persona que mejor ha expresado el sentir Radical, el  que le puso las mejores palabras a …”eso es lo que yo pienso y no sabía decirlo”,   Aquel que nos emocionaba cuando recitaba el preámbulo de nuestra Constitución, el que nos arrancó más de una lagrima, con sus conmovedores tonos de voz, el que nos dio la alegría del Triunfo, y no solamente electoral si no esa que sentimos hasta la parte más recóndita de nuestro ser,  esa satisfacción interna que se siente cuando las cosas están bien hechas. ¿Se puede explicar una emoción?. Aquellos que hayan militado en los ochenta entenderán que es lo que digo. Hasta el día de hoy no he vuelto a vivir algo así.

Por eso  debo ser  agradecida, y darle las Gracias Dr. Alfonsín por todos estos años, por sus logros, los cuales tomamos como nuestros, por la enseñanza de la honradez, la ética,  del ser  solidarios, pero con letras mayúsculas, agradecerle sus incansables ganas de trabajar, el que haya compartido su sueño de un país mejor con nosotros, el que nos haya dado todo lo que nos dio, y espero  haber aprendido mínimamente algo de eso, de  haberle retribuido mínimamente algo de eso. 

Día atrás alguien viendo una fotografía en mi oficina me pregunto, ¿No tenés más fotos con Alfonsín? y me puse a pensar y debo tener una más, no mucho para estos más de 25 años de militancia, pero tengo la fotografía más importante que es esa que se lleva dentro de uno,  en el corazón, es el haber compartido y el haber sido parte de de esa gran construcción democrática de estos 25 años.

Podríamos comparar un proyecto político con un boceto de un artista, se plantea la obra de una manera, la obra finalizada pude ser igual, peor o superar ampliamente lo imaginado. Podría satisfacer al artista  y no al espectador y viceversa,  o a ambos; quizá la obra no sea entendida  en el momento y si en el futuro.

Dr. Alfonsín su obra es Excelente!

                                                  Gilda G. Giordano

                                                                                                              gilda.giordano@hotmail.com

lunes, 3 de noviembre de 2008

Símbolo de democracia




Por Joaquín Morales Solá 


En una noche como la de ayer, hace justo 25 años, Raúl Alfonsín daba vueltas, solitario, alrededor de la pileta de la quinta de un amigo en el Gran Buenos Aires. "No puede ser, no puede ser", repetía cada vez que alguien le acercaba la información de que había ganado las elecciones presidenciales. Eran sólo versiones, porque la dictadura guardó la información hasta bien entrada la noche, atemorizada ante la eventual reacción del peronismo. El hombre seguro de la campaña, el líder de discursos electrizantes y denuncias vibrantes, se mostraba incrédulo ante una novedad ciertamente histórica. El peronismo acababa de perder las primeras elecciones libres desde que Juan Perón había fundado un partido.
¿Cómo empezar en un país devastado por los conflictos políticos, económicos y humanos? ¿Por dónde debía empezar? Alfonsín había llegado a esa epifanía política con un equipo de viejos amigos y con la amplia estructura partidaria del radicalismo. Su fiel amigo David Ratto, prematuramente muerto, hizo quizá la última gran campaña publicitaria de su vida con la elección de Alfonsín. Raúl Borrás, otro hombre sorprendido por la muerte temprana, fue el jefe político del desorden radical que significó aquella campaña electoral.
Alfonsín no tenía muchos recursos; en la Capital sólo poseía un departamento de escasos dos ambientes exiguos en Juncal y Libertad. Ahora, en la vejez, tiene sólo un poco más que eso. Sin embargo, desde el momento en que se hizo oficial su victoria quedó claro que su gestión se enfrascaría en dos objetivos fundamentales. Uno: crear una cultura democrática en un país que había perdido los hábitos de la democracia, después de cincuenta años de autoritarismos de facto o elegidos, de gobiernos civiles frágiles y de frecuentes interrupciones militares. El otro: que la democracia no fuera, otra vez, una experiencia efímera en la vida de los argentinos.
Venció la impronta de un gallego cascarrabias, como él mismo se suele definir, para dedicarse a construir una civilización política tolerante y plural. La Argentina sería uno de los primeros países de América latina, sembrada entonces de gobiernos militares, en encontrar la fórmula del progreso democrático. Alfonsín terminó en los años 80 convertido en un ícono mundial del restablecimiento democrático latinoamericano.
Eso sucedió en el mundo. La faena en la Argentina fue más ardua que un emblema conspicuo o que el videoclip de una canción de Michael Jackson con imágenes de Alfonsín (que también existió).
Alfonsín pertenece a una generación de políticos atrapados por las pasiones: son furiosamente peronistas o furiosamente antiperonistas. Los primeros son hijos de la intemperancia del primer Perón; los segundos son la consecuencia previsible de aquellas intolerancias. Alfonsín había militado siempre en la convicción de que el peronismo servía poco para la democracia. Esa es su verdad.
A pesar de esos convencimientos, prevaleció en el entonces presidente electo otra certidumbre: los asiduos golpes militares sólo habían sido posibles en el pasado por los enfrentamientos irreconciliables entre los partidos políticos y los dirigentes civiles.
Alfonsín había ganado ampliamente la elección presidencial (es el presidente radical que más votos sacó en la historia), pero su partido no controlaría el Senado ni los gremios. En el acto, comenzó a tender puentes de convivencia con el peronismo y dentro del propio radicalismo. Dejó algunas viejas ideas a un lado cuando se enfundó el traje de presidente.
La primera decisión que tomó fue ofrecerle a su reciente contrincante peronista, Italo Lúder, un lugar como ministro de la Corte Suprema de Justicia. Lúder rechazó el cargo, pero entre ellos ya se había entablado una secreta relación de acuerdos que no eran públicos.
En efecto, en medio de la campaña electoral se juntaron en una reunión muy reservada para fijar las reglas del juego: la competencia podía permitirse duros cruces políticos, pero ninguno de los dos daría golpes bajos.
La experiencia democrática en la Argentina era nonata todavía y no había lugar para los lujos de países con mayor civilización política. Esa fue la conclusión de ambos candidatos.
Dos viejos contrincantes internos de Alfonsín en el radicalismo, los balbinistas Antonio Tróccoli y Juan Carlos Pugliese, fueron designados ministro del Interior y presidente de la Cámara de Diputados, respectivamente. Ellos sabrían entenderse con el peronismo mejor que los alfonsinistas. Fueron leales y eficientes con el presidente al que habían enfrentado.
El peronismo, que se preparaba para combatir al nuevo gobierno desde una humillante derrota, vio de pronto abiertas las puertas del diálogo y la convivencia. No podía colocar la venganza como prioridad ante una sociedad con signos evidentes de fatiga frente a la violencia.
Los militares debían aprender de una buena vez que no se tumba impunemente a un gobierno civil. Así puede describirse la otra obstinación de Alfonsín. "Sin rencores ni venganzas", instruyó, no obstante.
Había prometido en la campaña electoral que por el horror de las violaciones de los derechos humanos pagarían los que habían dado las órdenes y los que habían cometido crímenes aberrantes. Nunca prometió que se juzgaría a todos los militares.
Este antecedente es importante para explicar lo que pasó mucho después. Le costó, eso sí, encontrar el método en el que encajaran su promesa electoral y los reclamos sociales sobre la revisión del pasado.
Tal vez la mayor injusticia de Néstor Kirchner, entre las muchas injusticias que cometió, haya sido pedir perdón a los familiares de los desaparecidos en nombre de un Estado que, según dijo, nunca había hecho nada.
Había que estar en los zapatos de Alfonsín en 1983, con las Fuerzas Armadas intactas aún en su tamaño y en la disponibilidad de recursos, para establecer en qué medida era difícil decidir enviar al banquillo de los acusados a los quince jefes militares más importantes de la dictadura.
Alfonsín no sólo hizo eso; también nombró una comisión de civiles notables, presididos por el escritor Ernesto Sabato, para hurgar, indagar y averiguar, hasta llegar lo más cerca posible de la verdad, sobre los desaparecidos. De esa investigación surgió el voluminoso libro llamado Nunca más , la mejor descripción que se ha hecho sobre aquel martirologio.
El peronismo no pudo escaparse de la nueva cultura política que se iba imponiendo en el país ni los militares pudieron evitar el juicio político al que los sometió la democracia argentina.
A partir del 30 de octubre de 1983, la sociedad se olvidó de gran parte de los problemas para vivir sólo la esperanza y el optimismo. Una suerte de amplia excitación social sobrevino luego de la elección de octubre.
A Alfonsín lo esperaban una economía en virtual default, el conflicto permanente con los gremios (sobre los que pudo hacer poco y nada), el zigzag con el escurridizo peronismo parlamentario y las fracasadas sediciones militares.
Pero eso ocurrió mucho después. Quien no haya vivido en la Argentina entre octubre y diciembre de 1983 no conoce lo que significa un instante único de felicidad colectiva. Alfonsín sigue produciendo esos momentos de civilización política, más aletargados y austeros, hasta en la actualidad.
Hace poco, peronistas, radicales, socialistas y conservadores se juntaron en La Plata, en medio de la crispada Argentina, para hacerle un homenaje al ex presidente radical. Y es el único político que, hasta ahora, le arrancó al matrimonio Kirchner palabras ponderativas del diálogo y el consenso.
Ese lugar en la historia de referente insoslayable de la democracia, de última reserva de un sistema político agobiado a veces de conflictos y de rupturas, no se lo ha sacado ni siquiera la posterior saga de aciertos y errores propia de cualquier vida.


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HOMENAJE A JOSÉ GENOUD.


EL PRESIDENTE DE LA H. CONVENCIÓN NACIONAL, HIPÓLITO SOLARI YRIGOYEN ESTA MAÑANA DESCUBRIÓ JUNTO CON LOS RADICALES MENDOCINOS UNA PLACA EN HOMENAJE AL RECIENTEMENTE DESAPARECIDO DIRIGENTE JOSÉ GENOUD. 
 
LOS MEDIOS, REGISTRARON SU PRESENCIA. AQUÍ SUS DECLARACIONES. 
Solari Yrigoyen:  "el kirchnerismo quiere hacer "caja con el dinero de las AFJP"
El legendario dirigente participó del homenaje que le hizo la UCR al ex vicegobernador, José Genoud, al cumplirse un mes de su muerte. En su visita, adelantó que el partido no acompañará el proyecto de ley que prevé la estatización al régimen jubilatorio. 
Le Donne e Yrigoyen dos referentes radicales.
 El Presidente de la Convención Nacional de la UCR, Hipolito Solari Yrigoyen, participó en la mañana de hoy del homenaje que se le hizo al ex vicegobernador José Genoud a un mes de su muerte. El dirigente aprovechó para explayarse sobre la situación del partido y para adelantar que el radicalismo no acompañará el proyecto de estatizar el régimen jubilatorio privado.

"La intención es hacer caja, sin dudas la medida a la que es más afecta el peronismo", disparó mientras explicaba que la UCR está en contra de las AFJP pero dejando en claro que no apoyarán el proyecto oficial por considerarlo "improvisado".

"Nos llama la atención que aquellos mismos que votaran a favor de éste régimen en la década de los noventa ahora pidan lo contrario, es poco serio hacer una reforma a las apuradas", afirmó.

Por otra parte, el dirigente radical aprovechó su visita a la provincia para explayarse sobre la situación del partido, al que consideró que se encuentra en un "renacer" y en el cual se producirán internas en abril para designar autoridades.

Además de reconocer que la UCR vivió una profunda crisis en el 2001, se mostró conforme con la situación actual partidaria, ya que manifestó "se ha terminado la etapa del llanto, ahora estamos en plena reconstrucción y reparación de los errores cometidos, lo más importante es que hemos logrado convertirnos en una oposición seria y confiable".

Si bien no quiso profundizar sobre la figura política del vicepresidente Julio Cobos, solo se limitó a decir que "él ya formó su propio partido, aunque un reconocimiento legal no es suficiente para llamarlo así, nosotros tenemos un partido político", ironizó.

Por último, desmintió que pueda ser candidato en las próximas elecciones y remarcó que el partido cuenta con una camada de nuevos militantes, entre los que destacó al senador nacional Ernesto Sanz, quienes están dispuestos a pelear por volver a recuperar el gobierno.